Para el desarrollo, no hay que inventar la rueda
Sergio Lehman Economista jefe banco Bci
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Sergio Lehmann
Han sido 12 meses muy complejos para Chile. Primero, el estallido social hace ya casi un año, el cual más allá de la legitimidad de las demandas sociales, produjo un profundo daño económico. La destrucción de infraestructura pública y la violencia irracional infringida sobre numerosos establecimientos comerciales, conllevaron un fuerte incremento en la incertidumbre, frenaron inversiones y restaron dinamismo a la economía.
Luego, con una fuerza demoledora, la pandemia nos obligó a encerrarnos y detener parcialmente la actividad económica. El costo económico y social asociado a esta crisis de alcance global también ha sido gigantesco. Sin embargo, nos pudo haber dado el espacio para reflexionar respecto del país que queremos construir. Enfrentaremos en lo próximo el plebiscito constitucional, frente al cual, independiente de su resultado, es fundamental poner el foco en robustecer los pilares que permiten avanzar hacia el desarrollo, fomentar la inversión y proveer incentivos para emprender e innovar, de forma de elevar el bienestar social.
Como bien a veces se plantea, está bien enamorase del problema, pero la solución que se implemente al final hace la diferencia respecto del logro, efectividad y eficiencia que se obtiene para resolverlo. Es decir, desde el punto de vista del diseño de las políticas de desarrollo, es correcto poner el foco en la necesidad esencial que queremos abordar o que no hemos satisfecho apropiadamente, y en resolver problemáticas sociales que limitan las mejoras en el bienestar, pero no se debe descuidar la forma de hacernos cargo de ello. En lo último, se advierte que diversas agrupaciones políticas y sociales, más que focalizarse en la problemática, buscan imponer su propia verdad o planteamiento dogmático, que lleva ineludiblemente a caer en definiciones radicales, sin sustento técnico y con altos costos económicos y sociales. Esto se ha advertido con especial crudeza en el debate en torno a las pensiones, lo que ha impedido, a pesar de su urgencia, avanzar en el fortalecimiento del actual sistema, junto con su pilar solidario.
Hace algunos días llegó a mis manos un libro que se titula “Life’s a pitch”, de Philip Delves Broughton, que a través de distintas experiencias enseña las estrategias que utilizan los más exitosos vendedores del mundo. A los técnicos expertos que están para apoyar el buen diseño de políticas, les falta probablemente recoger algunas ideas que allí se plasman, entendiendo que enfrentar las propuestas facilistas del populismo no siempre es fácil. Es clave entregar un mensaje simple, pero bien fundamentado, mostar empatía y evidencia empírica. Es importante focalizarse en la problemática que se busca resolver. El buen debate siempre desenmascara a quien, por muy locuaz y articulado que se muestre, entrega argumentos falaces, científicamente errados y altamente costosos.
Al final, no se trata necesariamente de ser como Australia, Nueva Zelanda o Dinamarca, por citar algunos ejemplos de países exitosos, unos con una base económica similar, y otros con estructuras más complejas. Pero tampoco debemos inventar la rueda. Se trata de construir un Chile en donde, tomando aproximaciones que han sido exitosas y, partiendo de la premisa básica de respeto a las personas e instituciones, avancemos hacia una economía más competitiva, moderna y eficiente. Ello exige mayor productividad, ampliar oportunidades, elevar el crecimiento y reforzar la flexibilidad para adaptarse a escenarios globales cambiantes y avances tecnológicos cada vez más acelerados.